viernes, 24 de agosto de 2007

Introdución: El despertar...

La fría brisa de la mañana entraba a la caverna, refugio temporal para pasar la noche, helando todo a su paso. Las últimas llamas de una pequeña fogata luchaban por no apagarse, mientras oscilaban, empujadas por el viento.
El movimiento de un pequeño sapo, acurrucado entre las ropas, despertó a Zephyr. El sudor frío en la frente era un claro signo de que el sueño había vuelto nuevamente a perturbar el descanso del elfo.
Desde aquel “despertar”, la visión de una antigua bestia de leyendas, aparecía entre la bruma, y lo miraba directo a los ojos. Tenía ojos enormes y aterradores, escamas, garras poderosas, y alas. Pero en un parpadeo la criatura desaparecía, y entonces el elfo caía de una altura imposible, viendo como el suelo se acercaba a una velocidad vertiginosa. Como si fuera el recuerdo de una vida pasada.
Hacía varios años que Zephyr había sido dejado atrás, por no tener habilidades, por ser una carga para los demás elfos. Abandonado junto con un grupo a su suerte, en las heladas e indómitas tierras cubiertas por la nieve.
En busca de su destino, Zephyr se separó de los demás rezagados. Tenía que encontrar para que servía, tenía que desarrollar habilidades para sacar de su corazón la sensación de inutilidad.
Vagó por esas tierras durante años, siempre mirado con desconfianza y desdén por los habitantes de las ciudades por las que pasaba. La soledad era su acompañante, además de una espada y un arco, armas que aprendió a dominabar.
El frío reinante, y las duras condiciones, le ayudaron a curtir el cuerpo, ya no era tan débil, podía defenderse casi de lo que fuera.
Los años pasaban en un abrir y cerrar de ojos para Zephyr, quien mantendría por mucho tiempo la apariencia juvenil de todo elfo adulto.
Cumplida la mayoría de edad para esta raza, y durante el interminable viaje por aquellas tierras para fortalecer el cuerpo y la mente, algo sucedió.
Zephyr descansaba a la orilla de una vertiente cuando un extraño silencio lo envolvió todo. De la fuente, un pequeño sapo apareció y lo miró directo a los ojos. Como si pudiera comprender lo que el sapo pensaba, el elfo maravillado le extendió la mano con la palma abierta hacia arriba, y de un salto, el sapo se posó en aquella tibia mano.
Una especie de onda le golpeó la mente, y la sangre le comenzó a hervir. Un extraño poder despertó en su interior.
Zephyr comenzó a ver el mundo con otros ojos, comprendía muchas cosas que antes no, sentía que la magia palpitaba en su interior.
Sin duda este poder siempre estuvo dormido en él, había tardado en despertar, pero al fin había llegado la hora. Los antiguos poderes arcanos ahora lo acompañarían, además de su familiar saltarín.
Ya no sería un elfo sin habilidades, ya no se sería una carga para los demás.
Comenzaba un nuevo viaje para el elfo, un viaje que le serviría para probar hasta donde llegarían esas habilidades... un viaje para descubrirse a sí mismo...

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